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Devocionales Diarios

21-11-2024    

El escudo de la fe

“Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno.” Efesios 6:16 NVI

El maligno, como se llama aquí al diablo, es nuestro principal enemigo. Él intentará vencernos lanzándonos distintos dardos. Sabemos que sus armas son muchas y que él nos conoce bien para saber con qué y cuándo atacarnos. Buscará debilitarnos con tres cosas que pueden rodearnos en el día a día: el querer tener, el querer ver, y el querer ser. La confusión es otra de sus grandes armas y es por eso que, como hijos de Dios, debemos buscar todo lo que viene del Señor y no del mundo, para distinguir cuando un deseo, un sueño, un plan viene de Dios o es una tentación del diablo.

El mismo Jesús fue tentado por Satanás en el desierto, con estos mismos dardos. Sin embargo, supo evadirlos y defenderse, valiéndose de su fe. Por nuestra fe tenemos la certeza y la convicción de quienes somos, quien nos protege, quien cumple sus promesas y no necesitamos nada más. Sabiendo que es Dios quien cuida y guía nuestras vidas, confiando ciegamente que Él nos depara lo mejor, podemos evadir esos ataques.

Pero, para que ese escudo funcione y nos proteja realmente debemos usarlo, siempre, porque nunca sabemos cuándo el diablo querrá atacar. La biblia es muy clara en esto, el Señor es un escudo para quienes lo buscan (Proverbios 30:5). Para que el escudo apague esas flechas debemos confiar y dejarnos cuidar por el Señor. A veces queremos encargarnos nosotros de las circunstancias, pero la fe se trata de estar seguros, aunque no lo veamos, de que Dios lo resolverá. La fe, ponernos ese escudo, significa que confiamos en Él, por sobre nosotros mismos. Solo así apagaremos los dardos del enemigo.

Señor, te doy gracias por ser mi escudo. Aunque a veces no lo merezca, sé que sos mi protección ante cualquier ataque del enemigo. Perdón Dios si alguna vez no te busqué y, en mi orgullo, quise resolver las circunstancias por mis propios medios. Padre, quiero hoy dejarte actuar, con tu perfecta voluntad para que puedas protegerme, que vos y solo vos, seas mi protección en el día a día. Amén.
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